4 de diciembre de 2013

Tarde de diciembre

Me gusta sentir el viento en mi cara, que me acaricie la piel muy suave, que me toque como él sabe hacerlo. Ese aire caliente que delata que el verano se acerca, que trae consigo recuerdos, nostalgia.
Voy caminando medio sonriendo y en realidad no sé porqué, es una sensación tan rara. Miro al cielo, un par de nubes, las copas de los árboles que van bailando de un lado a otro, se respira libertad y me encanta eso.
Últimamente me siento muy atada, atada a todo. Al colegio, las relaciones, mi familia, a él, a ella. Es que tengo tanto tiempo a solas ahora que te fuiste que no puedo no pensar, no sé como hacerlo. Mi cabeza va a mil y no se calla un segundo y yo que quiero que alejarme de todo. A su vez me siento tan vacía, tan me falta algo pero en realidad se puede decir que tengo todo.
Y sigo caminando y el viento sigue desnudándome adentro, revolviendo partes de mi que hace mucho no tocaba, quizá por miedo, quizá para protegerme, quizá por temor a recordar. Pero ya es tarde y me acuerdo de todo, pero esta vez no duele tanto, no pinchan como la última vez, de hecho, ni siquiera me salen las lágrimas. Es mas bien sutil, casi imperceptible sino se mira bien.
Ya voy llegando, a los lejos el cielo naranja delata que el sol ya se esconde, él también se va pero me acostumbré a las despedidas, sé decirle adiós.
Entonces sé que ya estoy lista, es el momento. Costó, fue despacio, muy lento, pero puedo hacerlo, lo hago. Te dejo ir. En realidad lo supe la otra noche, no molestó verte, no causó nada, uno más. Es que ya lo sé, no te quiero a vos, sino al que eras, o al que seguís siendo pero no conmigo. Es que tampoco me duele lo que hacés, sólo me decepciona.
Doy vuelta a la esquina y el viento para y te lleva consigo.
Ahora sí que estoy libre.

25 de noviembre de 2013

Simple

Era algún día de julio en vacaciones, mi mamá no estaba en la casa por alguna razón que hoy ya no recuerdo y todo era un desastre. Ropa sucia por el piso, diarios del perro llenos de pis, la mesa del comedor atestada de cosas inservibles acumuladas sin ordenar, una montaña de platos para lavar y otros tantos para guardar, las puertas del patio abiertas a pesar del frío invernal, la heladera vacía, todo era un caos ese día. Pero estaba bien, porque estaba con él. 
Habíamos improvisado unos fideos con manteca que se nos pegaron todos y la manteca la tuvimos que suplantar por aceite porque no había y entre algunos besos descuidados éste terminó en el piso. Y ahí estaba él con comida colgándole de la boca y la remera manchada con Coca-Cola y yo con un buzo dos veces mi tamaño más despeinada que de costumbre. Esto no era un cuento de princesas, yo no era una y él mucho menos un príncipe. Ni siquiera era romántico, ni había una canción que ameritara el momento, sólo nuestras risas. 
Siempre estuve a la espera de una escena de película, de algo perfecto, de besos dulces y conversaciones eternas, pero esto, esto era mucho mejor, porque era real. 
Hoy viéndolo todo desde más lejos puedo decir que lo mágico era eso, que no había magia, que no era perfecto y así y todo, se sentía tan bien.